Internacional
La dura realidad de los jóvenes encarcelados en Venezuela: el caso de Theany Urbina
La primera vez que Theany Urbina pudo visitar a su hijo de 17 años en la cárcel, enfrentó una experiencia que jamás olvidaría. Al verlo, supo que su hijo había estado en “el inframundo”, un término usado para describir los calabozos de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) en Caracas. En aquel momento, comprendió que el joven había sido víctima de torturas, una realidad que relató con dolor a la Voz de América.
El caso de su hijo no está aislado. Según organizaciones de derechos humanos y reportes de medios, más de 160 jóvenes de entre 14 y 17 años han sido detenidos tras las protestas que surgieron en Venezuela el 28 de julio, cuando el país se sumió en una ola de manifestaciones debido a la reelección cuestionada. del presidente Nicolás Maduro.
Estas detenciones han generado una preocupación creciente entre los defensores de los derechos humanos y familiares de los jóvenes, quienes denuncian condiciones inhumanas y abusos físicos y psicológicos. Las historias de torturas incluyen desde golpes y privación de alimentos hasta métodos más extremos, todos destinados a disuadir la participación en manifestaciones ya infundir temor en la población.
El encarcelamiento de menores es una violación que contraviene tanto las normas nacionales como internacionales, que promueven la protección de la infancia y el trato especial a los adolescentes en conflicto con la ley. Sin embargo, en Venezuela, la crisis política y la represión se han intensificado al punto de que estos principios fundamentales a menudo quedan al margen.
Theany Urbina, como muchas otras madres, enfrenta la incertidumbre diaria de la salud y el bienestar de su hijo, mientras clama justicia y busca visibilizar una realidad que afecta a cientos de familias en todo el país. Las condiciones en los centros de detención se describen como infrahumanas, donde el hacinamiento y la falta de higiene son el pan de cada día. Las denuncias de abuso físico y psicológico no cesan y se convierten en un grito colectivo que resuena en los rincones de Venezuela y más allá de sus fronteras.
En un contexto donde la protesta es criminalizada y el disenso se castiga con severidad, los jóvenes encarcelados simbolizan una generación atrapada en la crisis. Frente a esta situación, organizaciones internacionales han emitido comunicados urgentes para instar al gobierno de Maduro a liberar a los menores y garantizar sus derechos, así como a permitir inspecciones de organismos independientes que puedan verificar las condiciones en las que se encuentran.
El caso de Theany y su hijo es solo uno de muchos, pero representa un poderoso recordatorio de los rostros y vidas que se ocultan detrás de las estadísticas. La historia de su familia evidencia que, en Venezuela, la lucha por la libertad y la justicia sigue siendo una batalla con costos personales incalculables.