Opinión
Ecuador: ¿Odio o Unión?

Las elecciones de 2025 en Ecuador han sido un grito claro del pueblo: Daniel Noboa, con más del 55% de los votos, ha consolidado su liderazgo. Sin embargo, en lugar de aceptar la voluntad popular con la madurez que exige la democracia, Rafael Correa y su candidata, Luisa González, han elegido un camino destructivo: denuncias de fraude sin pruebas sólidas, ataques que rozan la ridiculez y un discurso que no hace más que avivar el odio en una nación que clama por unión. ¿Es esta la respuesta que merece Ecuador? ¿Es correcto seguir dividiendo a un país que ya ha sufrido demasiado?
La genialidad de Correa, un hombre cuya astucia política es innegable, se ha convertido en un arma de doble filo. Cuando un genio usa su talento para el mal, para sembrar discordia en lugar de construir, para destruir en vez de unir, no solo traiciona su propio potencial, sino también a un país que, en su historia reciente, ha padecido las consecuencias de la polarización. Desde el exilio, Correa parece más interesado en mantener su narrativa de víctima que en contribuir al futuro de Ecuador. ¿Acaso no le importa este país? ¿O es que su legado solo puede sostenerse en el conflicto, en la eterna división entre “los suyos” y “los otros”?
La derrota electoral no es un cheque en blanco para el rencor. Incluso aliados del correísmo, como el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, han dado un paso al frente, aceptando los resultados y abogando por respetar la voluntad popular. Este gesto no es rendición; es un acto de responsabilidad hacia un Ecuador que no puede seguir fracturado. Mientras tanto, las acciones de Correa y González cuestionando la legitimidad del proceso electoral sin pruebas contundentes, ridiculizando al vencedor y alimentando la desconfianza no solo demuestran ser malos perdedores, sino que perpetúan un ciclo de odio que hiere a la sociedad, a nuestras regiones, a nuestra identidad como ecuatorianos.
¿Cuál es la finalidad de este espectáculo? ¿Destruir la esperanza de un país que, con su voto, ha pedido un cambio? La democracia no es un juego de egos; es un compromiso con el bien común. Ecuador no necesita más escenas de confrontación que polaricen a la Costa, la Sierra y el Oriente. Necesita líderes que, sin renunciar a sus principios, tengan la valentía de dialogar, de tender puentes, de demostrar que ser oposición no significa ser enemigo. Noboa, con su victoria, tiene la responsabilidad de gobernar para todos, pero la oposición también debe asumir su rol con altura, priorizando la unión sobre el caos.
La genialidad de Correa podría ser un faro para inspirar, para proponer, para construir una oposición sólida y constructiva que aporte al país. Pero elegir el camino del odio, de la ridiculización y la polarización, es elegir la ruina. Ecuador no merece más de lo mismo. Merece líderes que entiendan que la verdadera grandeza está en sanar heridas, no en abrirlas. Que la finalidad no es destruir al adversario, sino trabajar por un país que, después de años de sufrimiento, pueda volver a soñar con un futuro compartido.
Basta de odio. Basta de divisiones. Ecuador clama por unión, por diálogo, por una oposición que no confunda firmeza con rencor. Si Correa y sus seguidores realmente aman este país, que lo demuestren con hechos: dejen de incendiar y comiencen a construir. Porque el genio que elige el mal no solo se destruye a sí mismo; destruye la esperanza de una nación entera. Es hora de hablar, de unir, de avanzar. Ecuador no puede esperar más.