Opinión
¡Viva Guayaquil, mi hogar, mi bandera, mi vida!

Hoy, 25 de julio, Guayaquil despierta y mi corazón late al compás de sus 490 años, porque
ser guayaquileño es llevar el río Guayas en la sangre y el fuego de su historia en el alma.
En las Fiestas Julianas, cada calle del Cerro Santa Ana y cada ola del Malecón canta mi
nombre, nuestro nombre, el de un pueblo que ríe frente a las tormentas y baila bajo un sol
que forja leyendas. Somos hijos de marineros que domaron el río, de poetas que rimaron la
libertad, de mercados donde el aroma a comercio es un himno a nuestra tierra.
El pregón en la 9 de Octubre no es solo un grito: es el pulso de mi ciudad, que retumba en
mi pecho como un tambor eterno. En cada paso del desfile cívico, en cada acorde que se
alza en Las Peñas, siento a Guayaquil abrazándome, recordándome que soy su hijo, su
orgullo, su raíz.
Aquí, donde el río y el cielo se funden en un abrazo celeste y blanco, ser
guayaquileño es mi verdad, mi destino, mi eternidad.
¡Viva Guayaquil, mi hogar, mi bandera, mi vida!