Opinión
León XIV: Ideología y Geopolítica

El 8 de mayo de 2025, tras cuatro votaciones en un cónclave de dos días, el cardenal
Robert Francis Prevost, estadounidense de 69 años con nacionalidad peruana, emergió
como León XIV, el primer papa nacido en Estados Unidos y con raíces profundas en
América Latina. Su elección, que desafía el veto implícito contra un pontífice
estadounidense por el dominio geopolítico de esa nación, es una maniobra audaz del
bloque progresista del Vaticano para navegar un mundo polarizado, el ascenso de la
ultraderecha y las tensiones internas de la Iglesia.
León XIV asume el papado en un polvorín global. La reelección de Donald Trump en 2024,
con políticas migratorias implacables y un discurso nacionalista, ha agudizado las fricciones
en Estados Unidos y América Latina, donde millones de migrantes enfrentan deportaciones.
En Europa, el avance de gobiernos ultraderechistas en Italia, Hungría y Francia cuestiona
los valores de integración que Francisco promovió. China, con su control sobre la Iglesia
local mediante el acuerdo de 2018, plantea un desafío estratégico, mientras los conflictos en
Ucrania y Gaza exigen un liderazgo moral sólido. En este contexto, la elección de Prevost,
un outsider frente a favoritos como Pietro Parolin o Luis Antonio Tagle, refleja una jugada
geopolítica de alto calibre.
¿Por qué Prevost? Su identidad dual como estadounidense y peruano, forjada en 40 años
como misionero y obispo en Perú, donde obtuvo la nacionalidad en 2015, lo posiciona como
un nexo entre el Norte y el Sur global. Su cercanía a Francisco, como prefecto del
Dicasterio para los Obispos desde 2023 y presidente de la Pontificia Comisión para América
Latina, lo alineó con los progresistas que buscaban consolidar las reformas bergoglianas.
Su discreción en Roma lo protegió de las campañas que hundieron a Parolin, cuestionado
por el pacto con China, y a Tagle, atacado por conservadores en redes. Las acusaciones de
encubrimiento de abusos en Chiclayo, desmentidas por la diócesis y el periodista Pedro
Salinas, no frenaron su ascenso, sugiriendo un respaldo firme entre los 133 cardenales
electores.
Ideológicamente, León XIV es un continuador matizado de Francisco. Su énfasis en los
pobres, los migrantes y la lucha climática lo ancla en el progresismo católico, pero su
rechazo a la ordenación de mujeres y su cautela en temas de género reflejan un
pragmatismo para evitar choques con los sectores tradicionales. Su elección del nombre
León XIV, evocando a León XIII y su Rerum Novarum, señala un foco en la justicia social
como herramienta política contra la desigualdad, un mensaje con resonancia en un mundo
fracturado.
Geopolíticamente, León XIV hereda un Vaticano financieramente debilitado, con donaciones
reducidas bajo Trump, y un “poder blando” en declive. Su origen estadounidense podría
atraer fondos de la rica comunidad católica de ese país, pero lo expone a críticas por el
hegemonismo de Washington. Su identidad peruana y experiencia en América Latina,
donde vive gran parte de los católicos, le otorgan credibilidad para contrarrestar el auge
evangélico y mediar en crisis migratorias, como las tensiones en la frontera México-Estados
Unidos.
Sus críticas a las políticas de Trump lo posicionan como un contrapeso al
republicano, aunque su inexperiencia diplomática podría complicar su postura frente a
China, donde la “sinización” de la Iglesia tensa el acuerdo con Beijing. El cónclave de 2025
expuso las fracturas de la Iglesia: el bloque conservador, apoyado por sectores
ultraderechistas globales, no logró imponer un papa reaccionario, y la victoria de Prevost,
destacada como un revés al “lobby tradicionalista”, refuerza el rumbo reformista.
León XIV enfrenta un tablero geopolítico brutal: revitalizar el catolicismo en una Europa
secularizada, contener el avance evangélico en América Latina y reposicionar al Vaticano
como árbitro en un mundo en caos. Su rol en la selección de obispos le permitirá moldear
una jerarquía afín, pero chocará con resistencias internas en temas doctrinales sensibles.
Como estadounidense y peruano, su pontificado desafía a los populismos de derecha,
desde Trump hasta Orbán, pero su agenda social, centrada en migrantes y desigualdad,
genera recelo entre conservadores que rechazan cualquier giro progresista. León XIV no
será un papa conciliador: es un estratega en una guerra por la influencia global de la Iglesia,
y su capacidad para equilibrar poder, moral y realpolitik determinará si el Vaticano recupera
su peso o se hunde en la irrelevancia. El mundo no espera un santo, sino un jugador
implacable en un ajedrez donde cada movimiento cuenta.